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Reflexiones

Rafael Núñez (1825–1894)

Bogotá, 15 de octubre de 1884

Hace pocos días que, a tiempo que meditábamos tristemente acerca de la penosa situación política –cada día más grave– en que nuestro país se en­cuentra, llegó a nuestras manos un libro reciente, es­crito por un autor libérrimo, y en él encontramos, des­de la primera ojeada, las líneas siguientes:

“Por malo que un Gobierno sea, hay una cosa peor aún, y es la supresión de todo gobierno; porque, gracias a los gobiernos, las voluntades humanas viven en algún concierto, en lugar de vivir en desorden. El Gobierno es para la socie­dad semejante a lo que el cerebro para las criaturas, y si con frecuencia se le encuentra incapaz, inconsiderado, pródigo, absorbente, abusivo y aun dañino para con el cuerpo que debe cuidar y dirigir, su obra, en definitiva, es más benéfica que mala, porque por su influencia solamente, el cuerpo se sostiene en pie, y marcha y coordina sus movimientos. No hay, sin él, que esperar acción reflexiva, ordenada, que sea útil al ani­mal entero. Sólo él tiene la visión del conjunto, el conoci­miento de los miembros y de su mecanismo, la noción de las exterioridades, la comprensión exacta y completa, la previsión extensa; en suma, la razón superior que concibe el interés común y combina los medios adecuados. Si desfallece y deja de ser obedecido; si es ajado y falseado de fuera por una pre­sión brutal, la razón cesa de conducir los asuntos públicos, y la organización social retrocede muchos grados. Por la diso­lución de la sociedad y por el aislamiento de los individuos, cada hombre vuelve a su debilidad original, y el poder entero cae en manos de las agrupaciones transitorias que, como tor­bellino, se levantan del seno de la polvareda humana. Este poder, que con tanta dificultad es ejercido por los hombres de mayores aptitudes, se comprende cuán lastimosamente ha­brán de desempeñarlo fracciones improvisadas”.

Síntomas variados indican que estas apreciaciones de M. Taine podrán ser aplicadas a Colombia dentro de poco tiempo, si todos los grupos políticos que se agitan en la superficie social no se esfuerzan en convertirse en verdaderos partidos para trabajar luego con método, perseverancia, energía y patriotismo en la reorganización constitucional del país. La época del jacobinismo y de las generosas quimeras ha pasado, y en el propósito de contener el pavoroso torrente de anarquía que nos invade, y hacer imposible el naufragio final de nuestras libres instituciones, no juzgamos difícil que muchas de las actuales agrupaciones discordantes se resuelvan a unirse –siquiera transitoriamente– en beneficio de tantos intereses comunes que no pueden ni desarrollarse, ni aun vivir automáticamente a la sombra malsana de continuado desorden. Las dictaduras que sobrevienen después de incurable anarquía, son natural producto de esta, como lo son los hongos de los carcomidos árboles, y de ninguna manera resultan de combinaciones artificiales. Tan cierto es esto, que ellas son ejercidas con frecuencia por individualidades que eran casi anónimas poco antes de su aparición formal en el revuelto escenario, donde alcanzan luego decisiva preponderancia, ¿Quién era Napoleón cuando comenzaron los famosos discursos de Mirabeau? ¿Quién era Cromwell cuando fue ejecutado el Primer Ministro de Carlos I? ¿Quien era Augusto cuando los conspiradores romanos hundieron el puñal en el corazón de César? Respecto de la generalidad de los dictadores de Hispanoamérica puede hacerse idéntica pregunta. Rosas y Carrera eran individualidades enteramente comunes pocos años antes de su advenimiento al poder absoluto, que con tanta fiereza hicieron pesar sobre los pueblos durante un prolongado período.

Importa, pues, sobremanera que todos los que no tenemos vocación de amos ni de siervos, procuremos establecer algún concierto para impedir el decisivo desborde de la cenagosa irrupción que se siente ya vecina. Los vándalos no están lejos de nosotros, ni fuera de nosotros, sino en nuestra propia ceguedad, o en nuestra culpable negligencia. No es el momento de disputar tontamente sobre frases, ni de recordar pasados errores en forma de recriminaciones. Todos tenemos numerosas faltas apuntadas en el tablero de la Historia. Ni crean los enfermos de ambición imposi­ble, que tienen herencia en perspectiva, porque donde ya no hay patrimonio tampoco hay heredero. De las ruinas no pueden ser usufructuarios sino pájaros de siniestro canto, o repugnantes y venenosos reptiles.

Comencemos por darnos clara cuenta de lo que ocurre; desprendámonos del odio y la codicia que co­rroen nuestras almas y esterilizan nuestra voluntad, y volveremos a adquirir la perdida luz del criterio, sin la cual quedaríamos sepultados en el dédalo que nos ahoga con impenetrables sombras. Dominemos nuestra impaciencia; no pretendamos que el desconcierto pro­ducido por la lenta acción de años de error o de des­gracia, venga a tener remedio efectivo en unos pocos días. Las turbaciones del orden público que rápida­mente se suceden a semejanza de las olas del mar, no provienen ya de causas próximas, ni se extirpan a fuego y sangre. Son más bien que obra deletérea y cons­ciente de determinados espíritus, manifestaciones de un fermento íntimo como el que ocasionó el tremendo cataclismo de Cúcuta y el del archipiélago de la Son­da. Hay incendios que se apagan con un poco de agua; pero hay otros que el agua fomenta en vez de extin­guir. Ninguna renovación fundamental puede ser rea­lizada como se realizan los trabajos mecánicos, y de ordinario acontece que los peores elementos pueden contribuir a ella con grande eficacia. Ante todo debe hacerse una predicación persistente, encaminada a coadyuvar en la superficie la labor providencial que se oculta en el invisible fondo de las cosas, y que no todos alcanzan a presentir siquiera. “Para que la re­forma del servicio público (especie de regeneración) pueda efectuarse –decía un periódico americano du­rante la Presidencia de M. Hayes– es indispensable que la necesidad de esa reforma cale profundamente en la conciencia del pueblo de los Estados Unidos.” Nuestras instituciones mismas dan pábulo y amparo al espíritu de rebelión, puesto que, según ellas, no pue­de hacerse guerra a los Estados sino después de ago­tados todos los medios de conciliación. El hecho constante y evidente es que entre nosotros la rebelión no se castiga judicialmente. La pena del rebelde es la que él mismo se impone colocándose en la posibilidad de recibir la muerte, o de ser mutilado en los campos de batalla, o de perder sus bienes en la hora inevitable de las depredaciones recíprocas.

A esa pena se agrega la de la derrota, que no solo hiere profundamente su amor propio, sino que infiere directo perjuicio a la causa política de que se hizo campeón armado. Después de 1854, efectivamente no recordamos que se haya enjuiciado a nadie en Colombia por el delito de rebelión. Y antes de esa fecha, los que lo fueron, si escaparon con vida, en el momento forzoso de la reacción hallaron en la pena sufrida mérito especial para obtener honores y recompensas. Por último, la Constitución de Rionegro faculta dar término a las guerras domésticas por medio de convenios en que tiene el Gobierno que figurar al lado de sus enemigos armados, como si se tratara de dos potencias soberanas.

Las censuras que algunos periódicos han hecho por la manera con que el Gobierno Nacional ha puesto fin a la guerra de Cundinamarca, no tienen pues, fundamento. Algunos de ellos aplaudieron lo que se hizo en Santander –que fue mucho más todavía en obsequio de los insurrectos– y faltan a la lógica cuando encuentran tan malo el que se hayan limitado los jefes nacionales a desarmar, sin efusión de sangre, a los que alzaron bandera de rebelión contra el Gobierno del señor General Aldana. Si al desarme precedieron convenios, esta circunstancia, que facilitó la economía de existencias, nada objetable puede implicar en presencia de nuestras tradicionales costumbres y de la letra de la Constitución misma. Lo cierto es que unaguerra que pudo ser larga, se ha vuelto corta, y que la chispa quedó apagada antes de que pudiera hacer peligroso camino hacia otros Estados.

Los guerrilleros de Cundinamarca se excedieron en Guaduas, pero no todos; y en estas materias, dominados por la pasión, es difícil, por otra parte, aplicar a los hechos un criterio atinado. La guerra es la bar­barie, y por eso hay que impedirla a todo trance. To­dos los bandos cometen abusos cuando ciegos de có­lera se lanzan como chacales a dar muerte colectiva a sus adversarios; y solo Dios puede señalar, después de la victoria, los que solo merecen el estigma de ase­sinos, y los que sí tienen derecho a ser llamados caba­lleros.

Incansables hemos sido, y seremos, en predicar la necesidad urgente de que entremos en nueva vida po­lítica. Los males orgánicos no se curan con remedios superficiales y pasajeros. Es preciso dirigirse a la fuente misma de donde proceden. Cuando la toma de la Bastilla, el Rey creyó que aquello no era más que un motín. “Sire, le dijo un cortesano de talento, eso no es un motín, sino una revolución”. Y las revolu­ciones, como las desorganizaciones, no se detienen ni se neutralizan siquiera, por mucho tiempo, con simples medidas de represión.

Hábitos de lectura, asistencia a bibliotecas y consumo de libros en Colombia

El 31 de octubre de 2005 se suscribió el convenio No. 307 de 2005 entre el DANE y el Ministerio de Cultura, el Ministerio de Educación, El Instituto Distrital de Cultura y Turismo, la Cámara Colombiana del Libro y Fundalectura con el apoyo del Centro Regional para el Fomento del libro en América del Latina y el Caribe-CERLALC. El objeto del contrato fue la aplicación por parte del DANE de un Módulo sobre Hábitos de lectura y consumo de libros en el cuarto trimestre de 2005 de la Encuesta Continua de Hogares.

¿Cuáles fueron los objetivos generales del Convenio?

  • Cuantificar la lectura de libros en los hogares colombianos
  • Conocer el comportamiento de los lectores
  • Conocer el estado del uso de los servicios de Internet
  • Explorar la demanda y acceso al servicio de bibliotecas así como la utilización de los servicios de préstamo domiciliario
  • Obtener indicadores de hábitos de lectura
  • Evaluar los gastos en libros dentro de los hogares colombianos

Algunos conceptos básicos

Hábito de lectura: Es una práctica adquirida por repetición, marcada por tendencias y que forma costumbres o prácticas frecuentes de lectura. A través de los actos habituales de lectura se pueden identificar frecuencias, intensidades, modos, lugares, etc.

Lectura: Para el propósito metodológico del estudio se delimitó la lectura como el acto de leer textos escritos.

Práctica de lectura: es la serie de manifestaciones concretas del comportamiento del lector.

¿A quién fue aplicada la encuesta?

La población objetivo para el Módulo Hábitos de lectura fueron las personas con 12 años y más en las zonas urbanas y el área rural que, en el total nacional, corresponden a cerca de 33 millones 851 mil personas (75,5% de la población total del país).

En el área urbana la población de 12 años y más fue de 25 millones 387 mil personas (75% del total de personas encuestadas).

En la zona rural la población de 12 años y más fue de 8 millones 464 mil personas (25% del total de personas encuestadas).

Las novedades de la encuesta 2005

Por primera vez, se indagó acerca del comportamiento deniños desde los cinco años de edad en adelante, lo que permitió obtener resultados sobre la lectura en el hogar y sobre las prácticas de lectura que los colombianos realizan con sus hijos.

En el ámbito urbano, la encuesta de 2000 abarcó once ciudades (Bogotá, Barranquilla, Medellín, Cali, Bucaramanga, Manizales, Pasto, Pereira, Cúcuta, Ibagué y Montería). Para el 2005, se incluyeron dos ciudades más: Villavicencio y Cartagena.

Se incluyó la población rural del país. En el año 2000 la encuesta solo fue aplicada en las once ciudades arriba mencionadas, mientras que para el 2005, se cubrieron cabeceras municipales con lo que se abarcó una población más amplia, de casi 34 millones de personas.

 ¿Qué puede encontrarse en el libro?

Al estar escrito por capítulos y por diferentes autores, el libro contiene amplia información sobre las cifras de la lectura en Colombia, dispuesta de la siguiente manera:

  • La comparación sistemática entre la encuesta sobre hábitos de lectura realizada en 2000 y la encuesta sobre el mismo tema realizada en 2005
  • La lectura en Internet, periódicos y revistas en Colombia
  • Información sobre asistencia a bibliotecas en el país
  • Información sobre la lectura en el ámbito escolar
  • Un informe generalizado sobre los hábitos de lectura y el consumo de libros en el país
  • Un informe sobre los hábitos y la práctica de la lectura de libros en las principales ciudades del país
  • Información sobre el estado de la lectura en niños entre cinco y once años de edad
  • Información sobre la lectura y la situación de las bibliotecas en Bogotá
  • Un informe sobre el impacto del Plan Nacional de Lectura y Bibliotecas en el número de libros leídos por los colombianos
  • Una mirada a las cifras de lectura en Colombia en comparación con otros países

Algunos datos relevantes extractados del libro

Las mujeres leen más libros que los hombres: 56,5% frente a 43,5%.

El 37% de las personas encuestadas respondieron que leen libros.

El 21% de las personas encuestadas respondieron que leen revistas.

El 24 % de las personas encuestadas respondieron que leen periódicos.

La proporción de personas encuestadas que afirma leer revistas pasó de 26,2% en el año 2000 a 27,2% en 2005.

La proporción de personas encuestadas que afirma leer periódicos pasó de 31,2% en el año 2000 a 32% en 2005.

Aumentó la proporción de personas encuestadas que afirma leer en Internet (de 4,9% en el año 2000 a 11,9% en 2005).

El número promediode libros leídos por los colombianos se redujo en un 25%. Entre la población que afirmó leer habitualmente, el número de libros por año pasó de 6 en el año 2000 a 4,5 en el 2005.

Para toda la población en edad de trabajar (PET), en las once ciudades comparables entre los años 2000 y 2005, esa cifra pasó de 2,4 libros leídos por año a 1,6.

El tiempo dedicado a la lectura por gusto o entretenimiento cayó 9 minutos entre 2000 y 2005. Es decir, de 43 a 32 minutos en promedio cada día.

¿Con qué fin compran libros los colombianos?

Los resultados de la encuesta revelaron que 23 de cada 100 personas mayores de 12 años compraron al menos un libro en el último año (2005).

Bogotá es la ciudad donde los lectores habituales compran más libros, con 5,3 libros en promedio por lector.

El 28% de las personas que compraron libros en Bogotá durante el último año anterior a la encuesta lo hizo en librerías. El gasto promedio en libros fue de 8.000 anuales (superior a la cifra de 2000, que fue de 0.000).

En Bogotá, los principales motivos para comprar libros tuvieron que ver con requisitos escolares y universitarios (35%) y la necesidad de adquirir conocimientos (30,8%). Sólo un 16,6% mencionó la lectura por entretenimiento como una razón para comprar libros.

En cuanto a los libros comprados por familia, Montería, Bogotá, Pasto y Cali, cuentan con los índices más altos.

En 2005, los principales dos motivos para comprar libros fueron:

Para atender requerimientos escolares y/o universitarios, con una frecuencia de respuesta de 37,4% de los encuestados que afirmaron leer habitualmente en el país.

Para adquirir conocimientos, con una frecuencia de respuesta de 32,9% de los encuestados que afirmaron leer habitualmente en el país.

En tercer lugar aparece la lectura por entretenimiento o gusto con una frecuencia de respuesta de 16,2% de los encuestados que afirmaron leer habitualmente.

La lectura en Internet

Entre 2000 y 2005, la lectura habitual en Internet creció en un 144% entre todos los encuestados y creció en un 152% entre la población lectora (se tomaron en cuenta las 11 ciudades comparables): Bogotá, Barranquilla, Medellín, Cali, Bucaramanga, Manizales, Pasto, Pereira, Cúcuta, Ibagué y Montería.

Con respecto a la población mayor de 12 años, la proporción de lectores habituales de libros disminuyó 7,6 puntos porcentuales entre 2000 y 2005 (al pasar de 48,3% a 40,7%), mientras que el porcentaje de lectores habituales de Internet creció 7 puntos porcentuales (pasó de 4,9% a 11,9%).

En 2005, los colombianos dedicaron, en promedio al día, 3,5 horas a la lectura en Internet.

En 2005, los colombianos dedicaron, en promedio al día, 32 minutos a la lectura de libros por gusto o entretenimiento.

Los jóvenes leen en Internet para estudiar, conversar (“chat”) y para entretenerse. Al aumentar la edad se cambian los objetivos de la lectura en Internet: las personas entre 25 y 55 años lo hacen para obtener información relacionada con su trabajo (80% de los encuestados que afirman leer habitualmente por este medio) y para actualizarse (56,5%).

Cuando se cruzan los motivos de la lectura en Internet con los “lugares” donde se realiza aparece en primer lugar de importancia “el hogar” con 53%, seguido por el “café Internet” (43%), el lugar de estudio (21%), el sitio de trabajo (18%) y la casa de familiares y amigos (9%).

Medellín es la ciudad donde las personas dedican más tiempo a la lectura en Internet: con un promedio de 4,49 horas de lectura de lunes a viernes. En las otras doce ciudades encuestadas ese promedio es de 2,53 horas de lectura de lunes a viernes.

Lectura de revistas, periódicos y otros materiales impresos

La comparación entre las cifras de 2000 y de 2005 concluye que la lectura de revistas y periódicos se mantuvo casi inmóvil en sus índices.

El 73% de los colombianos no lee revistas, el 68,5% no lee periódicos y el 59% no lee libros.

Los hombres leen más periódicos que las mujeres (53,3% frente a 46,5%).

Las mujeres leen más revistas que los hombres: 59,9% frente a 40,1%.

En el área rural, la participación de los hombres en la lectura de periódicos es de 56,8% con respecto al 43,2% de las mujeres.

El 21,2% del total de la población estudiantil lee revistas y el 18,1% lee diarios o periódicos.

El 22,1% de los encuestados que afirmaron leer habitualmente en Internet lee periódicos.

El 17,9% de los encuestados que afirmaron leer habitualmente en Internet lee revistas.

Asistencia y uso de los servicios de las bibliotecas

En el consolidado de las 13 áreas metropolitanas que fueron cubiertas por la encuesta, el 19,6% de los encuestados asistió a bibliotecas.

En las zonas rurales, el 10% de los encuestados asistió a bibliotecas.

Pasto, Montería y Medellín son las ciudades con una mayor asistencia a bibliotecas (alrededor del 23% de los mayores de 12 años y cerca de la mitad entre los lectores efectivos de libros).

Las bibliotecas más visitadas del país son las públicas (44% de los encuestados). Los mayores niveles de asistencia están en: Bogotá, Cali, Ibagué, Medellín y Villavicencio.

Las bibliotecas escolares tienen mayor proporción de usuarios en las tres ciudades de la Costa Atlántica incluidas en la encuesta (Barranquilla, Cartagena y Montería).

¿Cómo son los lectores de las ciudades de Colombia?

Aunque el estrato que predomina entre los lectores es el 3, y la actividad principal es el trabajo, hay una mayor propensión a la lectura por parte de las personas que pertenecen al estrato 6 y de la población cuya actividad principal es el estudio.

Los lectores más jóvenes son los de Cartagena y Cúcuta (28 años en promedio) y los de mayor edad (34 años en promedio) son los de Cali.

Quienes leyeron una mayor cantidad de libros (5,5 libros en promedio por lector) están en Cartagena y los que menos leyeron (3,2 libros por lector) están en Barranquilla.

La lectura más frecuente entre quienes leyeron libros en el último año (en las 13 ciudades encuestadas) es la literatura (35% de los casos).

En esas mismas ciudades, en el grupo de personas de 18 a 24 años es más frecuente la lectura de libros de estudio. La excepción es Bogotá, donde es más usual la lectura de literatura, más por gusto o por entretenimiento que por exigencia académica.

Entre las personas de 25 a 55 años de Cali, Cartagena, Ibagué, Montería, Pasto y Villavicencio lo que más se lee es literatura científica o técnica. En el resto de las ciudades, predomina la literatura.

Las personas mayores de 55 años de la Costa Atlántica, Bucaramanga, Cali, Pereira y Villavicencio leen con más regularidad libros religiosos, por oposición a las demás ciudades donde la literatura vuelve a ser más frecuente.

La lectura de los niños de 5 a 11 años

El 38% de los hogares colombianos tienen niños entre 5 y 11 años. Esto quiere decir que hay 4.335.728 hogares con niños de estas edades en el país.

En el 40% de esos hogares no se lee con los niños de forma compartida.

Según los resultados de la encuesta, al 63% de los niños del país les gusta que les lean.

El 61,3% de ellos prefieren que quien les lea sea la madre. Al padre lo prefieren en el 12,6% de los casos, mientras que el 12,3% de los niños prefiere a otros familiares. Los maestros son preferidos en el 9,1% de los casos a nivel nacional.

En las zonas rurales el 16% de los niños prefieren que quien les lea sea el maestro.

En el 50% de los hogares con niños donde nunca se lee, no hay libros, o declaran tener cinco libros o menos.

En el 41% de los hogares encuestados (2.737.261) los niños no tienen libros o tienen máximo cinco libros, lo que contrasta con la preferencia del lugar de lectura, que en el 90% de los niños encuestados es el hogar.

El 90% de los niños encuestados prefieren como lugar de lectura el hogar.